Leonardo da Vinci tardo tres largos años en realizar su pintura “La última cena” debido a que era muy exigente al buscar a las personas que iban a servir de modelos.
El primero que pintó fue a Jesús y tuvo ciertos problemas porque no encontraba a nadie para representar a Jesús y reflejara nobleza, buenos sentimientos y belleza varonil.
Después fue localizando a los apóstoles, a los que pinto juntos. Para el final, dejo a Judas Iscariote, ya que no daba con el modelo adecuado. Este debía ser una persona que en el rostro tuviera huellas de traición y la culpa.
A los tres años de haber comenzado el lienzo le comentaron a Leonardo de un criminal que habían detenido. Fue a verlo, y era exactamente el Judas que él había imaginado.
Durante el tiempo que el reo posó, no mostró ninguna alegría de haber sido elegido y se mostró distante.
Finalmente Leonardo, encantado del resultado le mostró al reo la obra, y éste impactado, cayó al suelo y se puso a llorar. Da Vinci le preguntó que pasaba.
– Maestro, ¿No sabe quién soy? – respondió el preso.
– ¿Debería? – respondió el genio.
– Maestro, yo soy aquel al que pintaste hace tres años para representar a Jesús en el mismo cuadro.
Hace un tiempo me enseñaron la definición de la palabra infierno:
“Infierno es llegar al final de tu vida y encontrarte cara a cara con la persona en la cual pudiste haberte convertido”
En la vida nos vamos moviendo de forma permanente, hacia delante, hacia atrás o hacia los lados. Simplificando o persigues la realización de tu propósito o te alejas de él.
Posiblemente las siguientes preguntas pueden ayudarte a retomar ese camino: